lunes, 23 de febrero de 2009

Las vacas flacas.

Atrás quedaron los tiempos en los que no se competía por quién vendía más automóviles o más motocicletas, sino por quién tenía el presupuesto mal alto. A finales de los 90 y principios del nuevo siglo, gran cantidad de marcas empezaron a irrumpir en el mundo del motor. En todos los ámbitos, en el rally, en el motociclismo, en la F1, en todos los campos. En un principio, las grandes marcas se acercaron al mundo de la competición solo como parte de algún proyecto privado, es decir, solo para suministrar sus motores o algún tipo de tecnología al equipo. Pero de hay pasaron a ser ellos los propios equipos. Con la estrategia de la marca, para así incrementar sus ventas se enrolaron en las diferentes competiciones. Algunas veces con más pena que gloria. Pasaron de ser clientes de una estructura a ser ellos sus propias estructuras. Pero todo, camuflado en una apariencia de competitividad, en una apariencia de conseguir puntos, carreras, grandes premios, o títulos porque sus verdaderos objetivos eran el de vender. Vender sus coches y sus motos. En realidad solo competía por una cosa. Por cada punto que conseguían, o por cada carrera que ganaban, se disparaban sus ventas. Sus satisfacciones solo eran que después de un fin de semana de carreras, el lunes la bolsa catapultaría el valor de las acciones de la compañía. Atrás quedaron esas alegrías por las victorias conseguidas solo por el mero hecho de ganar y solo ganar a tus rivales, no por vender. A pesar de todo, siempre quedaron un puñado de valientes que siguieron en la brecha. Siempre con graves problemas económicos, e incapaces de poder competir con super estructuras multinacionales y a veces, obligados a vender sus equipos. Ya hacía bastante tiempo en el que algún loco del motor se embarcaba en una aventura arriesgando todo su patrimonio. Los equipos que en su día fueron grandes, ahora solo eran entidades mediocres, eclipsadas por los nuevos equipos. Era el tiempo de las vacas gordas. Se inauguraban nuevas factorías, nuevas sedes, se contrataban a mas y mas ingenieros, mientras, los equipos “familiares” seguían en sus modestas sedes trabajando como asta ahora habían hecho. Habían pasado de ganar un titulo mundial hace meses a estar casi desahuciados en las parrillas. Los cronómetros que antes destrozaban, ahora les suponían un lastre. Las barreras que pasaban, ahora eran infranqueables. Como no hay ni bien ni mal que dure cien años, a todos nos empezó a afectar esta crisis globalizada y las grandes marcas vieron que ahora sus coches y motos permanecían un día y otro en sus concesionarios y no se vendían. Ante esta situación, tuvieron que encauzar sus actividades económicas y como el mundo de la competición solo era un “capricho” , un juguete con el que divertirse, empezaron a abandonar los boxes y las parrillas. Con esto quedó claro que su única intención en el mundo de la competición, era la competición de vender y no la de crear vitrinas. A pesar de todo ello, los que en su día fueron grandes y ahora solo modestos, siempre les quedará las satisfacción de presumir de títulos y victorias, algo que las super marcas ni siquiera conocen lo que es eso. Mientras que unos presumen de tener coronas mundiales en sus vitrinas, otros solo pueden exponer cientos de millones de perdidas. Siempre habrá alguien que su pasión sea la competición en los circuitos y en las pista de polvo, arena y nieve y no la de ir a salones prestigiosos en grandes ciudades y de presentar que su producto ha sido el mas vendido en ese semestre.